Siempre he manifestado mi renuencia a la idea de comprarme un automóvil, por lo tanto soy una feliz usuaria del transporte colectivo. Al saber de la insuficiencia e ineficacia de este tipo de transporte no puedo tener exigencias al respecto, así que aguanto diariamente retrasos, aglomeraciones, empujones y más.
Lo único que mantiene la poca o mucha tranquilidad que tengo durante los recorridos es la música. Desde que salgo de mi casa, o bien de la oficina, para enfretarme con los problemas de tránsito, me coloco los audífonos del reproductor de música que utilizo y santo remedio. En ocasiones el agradable ambiente musical que me acompaña se ve opacado por cláxones o por la música preferida del chofer del autobús en el que viajo, pero últimamente, el recorrido que se está tornando insoportable es el que hago en el Metro. Desde que los vendedores que utilizan este sistema cambiaron el "bonito regalo" y el "artículo de novedad" por el compacto en formato "normal" (¡já¡ eso de normal que me lo expliquen) o mp3, el ruido al viajar es terrible porque no conformes con la mala música que promocionan, tienen la desfachatez de subir excesivamente el volumen de sus reproductores. Gracias a esta terrible práctica veo con tristeza que la burbuja musical en la que me sumerjo día a día está a punto de reventar.
1 comment:
Que pena me da tú caso, el domingo tuve que ir por Grisell, me dí cuenta de lo "moderno" de esta forma de venta... pero que mal está... siguen en voga los apretujones y demás... Lo único bueno del Metrobús, por ahora, es que no hay ambulantes... Suerte.
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