Olvidé la leve frustración que me provocó la espera y la posterior cancelación del concierto del pasado martes cuando medité sobre la forma en que se dio a conocer el anuncio. Generalmente cuando asistimos a un evento, al menos en México, sabemos de antemano que miles de pretextos serán buenos para que éste no inicie a la hora programada, así que el martes, una hora de retraso no me pareció motivo de alarma. Hasta que apareció Eirik Glambek Boe y se acercó al micrófono fue que pensé que algo andaba mal. Así fue, explicó la indisposición de Erlend Øye y anunció la cancelación del show, ante los rostros atónitos de los allí presentes. La gente no lo tomó tan mal, al menos esa fue mi impresión, de hecho en solidaridad y agradeciendo que precisamente fuera él quien diera el anuncio y ofreciera las disculpas, el público le dedicó unos aplausos.
Después del anunció no me dirigí inmediatamente hacia la salida, de hecho me quedé parada en el mismo lugar en el que me encontraba, me tomó por sorpresa que alguien tuviera la decencia de pedir disculpas por sí mismo en lugar de enviar a otra persona a hacerlo, un gesto así, siempre se agradece.
Ya el miércoles me di cuenta de que la espera valió la pena porque el show fue bastante bueno. Mientras las suaves melodías contrastaban con la contundencia del mural, seguía pensando en que la vida es buena.
Summerchild that sits by the water
Weaving sunlight threads in his hands
The golden river that day a shelter
A stream where he could make pebbles dance
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